El relato de
Números 21:4-9 nos habla de un episodio crucial en el caminar de
Israel: el pecado de la murmuración, el juicio de las serpientes
ardientes y el remedio que Dios proveyó a través de la serpiente de
bronce. Este pasaje, que a primera vista puede parecer extraño, en
realidad contiene una de las revelaciones más claras de la obra
redentora de Cristo.
1. ¿Cuál fue el pecado del pueblo?
El pueblo habló contra Dios y contra Moisés, despreciando tanto al siervo que Él había escogido como el alimento que Él les proveía:
Moisés no fue un líder escogido por el pueblo, sino un siervo levantado por Dios.
El maná no era cualquier comida, sino el pan que descendía del cielo, provisión directa del Señor.
Al murmurar contra ambos, el pueblo estaba rechazando la soberanía de Dios en sus decisiones. Este pecado fue de ingratitud, falta de fe y desprecio a la provisión divina.
2. El juicio de las serpientes
En respuesta, Dios envió serpientes venenosas que mordían al pueblo y muchos murieron. El veneno representaba la consecuencia inevitable del pecado: la muerte. El pueblo pidió que Dios quitara las serpientes, pero Dios no lo hizo.
3. Dios no quita las serpientes, da un remedio
El pueblo pidió a Moisés que orara para que Dios quitara las serpientes (Núm 21:7).
Pero Dios no las quitó. En lugar de eso, proveyó un medio de vida en medio de ellas: la serpiente de bronce levantada.
Esto nos enseña que la salvación de Dios muchas veces no es eliminar el problema de raíz aquí y ahora, sino dar la gracia para vivir en medio de él.
Paralelo con el pecado en nosotros
Así como las serpientes siguieron en el campamento, el pecado sigue en nuestra carne.
Romanos 7:17-20 dice: “Ya no soy yo quien hace aquello, sino el pecado que mora en mí”.
Dios podría haber eliminado nuestra naturaleza caída de inmediato, pero en su sabiduría permitió que sigamos conviviendo con el asedio del pecado.
Lo que Él da es una mirada constante a Cristo como remedio:
“Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb 12:2).
El remedio: mirar
con fe
En el desierto, ser mordido era seguro, pero no
significaba la muerte si uno miraba a la serpiente de bronce.
En
la vida cristiana, también caemos y somos alcanzados por el pecado,
pero no estamos destinados a la muerte si miramos a Cristo con fe.
1
Juan 2:1: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no
pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el
Padre, a Jesucristo el justo”.
Sentido espiritual
profundo
Lo ideal (humanamente hablando) sería que no
hubiera pecado en nosotros.
Pero Dios nos permite vivir
con esa tensión para que dependamos siempre de Cristo.
La
victoria no es ausencia de pecado, sino vida en medio del pecado
gracias a la obra de Cristo.
Pablo lo resume: “¿Quién
me librará de este cuerpo de muerte? Gracias doy a Dios, por
Jesucristo Señor nuestro” (Ro 7:24-25).
4. ¿Por qué
una serpiente de bronce?
La serpiente representaba el
pecado que estaba destruyendo al pueblo.
El bronce, en la
Biblia, está relacionado con el juicio de Dios (altar de bronce,
lavacro de bronce, etc.).
La serpiente de bronce
simbolizaba el pecado ya condenado bajo el juicio divino.
No fue
hecha de oro (gloria), ni de plata (redención), sino de bronce,
porque se trataba del pecado siendo juzgado.
5. El
cumplimiento en Cristo
Jesús mismo explicó este
símbolo:
“Como Moisés levantó la serpiente en el
desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado,
para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna” (Juan 3:14-15).
Cristo fue levantado en la cruz,
no como pecador, sino en semejanza de carne de pecado (Ro 8:3).
En
Él se exhibió el pecado del mundo bajo juicio, aunque en su propia
naturaleza no había pecado (2 Co 5:21).
Así como los
israelitas no eran librados de la presencia de las serpientes, sino
de la muerte al mirarla, nosotros tampoco somos librados todavía de
la presencia del pecado, pero tenemos vida al poner la mirada de fe
en Cristo.
6. Aplicación para nosotros
El
pecado sigue rondando, como las serpientes en el campamento.
El
veneno del pecado nos hiere, y muchas veces caemos, pero el remedio
sigue siendo el mismo: mirar a Cristo levantado en la cruz.
La
victoria del creyente no es la ausencia de pecado, sino la vida en
medio del pecado gracias al poder de Cristo.
🔑
Conclusión
La serpiente de bronce es una poderosa figura
de la cruz:
Representa el pecado bajo juicio
(bronce).
Elevada en un asta (נֵס
nes = estandarte), visible a todos.
Quien la
miraba con fe, vivía.
Así también Cristo, levantado en
la cruz, se convierte en el estandarte de salvación: todo aquel que
lo mira con fe recibe vida eterna, aun viviendo en un mundo lleno de
serpientes (pecado).
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