sábado, 14 de junio de 2025

🌿 No cortes la rosa

 


“No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo que humeare…” — Isaías 42:3

Hay cosas que están bien tal como son. Tocarlas sin sabiduría, incluso con buenas intenciones, puede hacer más daño que bien. A veces, en nuestro deseo de enseñar, corregir o mejorar algo, terminamos destruyendo su belleza original.

Hace tiempo supe de una historia real que me dejó pensando profundamente. Un grupo de evangelistas visitó una tribu remota, donde hombres, mujeres y niños vivían desnudos. Para ellos, la desnudez no era motivo de vergüenza ni de pecado, sino parte de una vida sencilla, sin malicia. Al compartirles el evangelio, también les llevaron ropa y les enseñaron a usarla. No pasó mucho tiempo antes de que comenzaran a surgir situaciones de abuso que antes no existían. Algo se había roto.

No estoy diciendo que usar ropa sea un error, ni que enseñar sea malo. Pero esta historia me hizo ver lo importante que es tener discernimiento. Hay formas de vida que, aunque diferentes a las nuestras, pueden estar sostenidas por una inocencia que no deberíamos apresurarnos a cambiar sin comprender.

Así como con las rosas: podemos disfrutarlas oliéndolas vivas en la planta, sin necesidad de cortarlas. Cuando las arrancamos para regalarlas, quizás lucen hermosas por un momento… pero ya están muriendo. Algunas cosas hermosas deben ser contempladas, no controladas. Apreciadas, no transformadas. Respetadas, no interrumpidas.

Jesús fue así. Nunca rompió lo que ya estaba quebrado. Nunca apagó lo que apenas ardía. Su manera de enseñar fue tan delicada, tan compasiva, que incluso los más frágiles hallaban descanso en Él.

La verdadera sabiduría no está solo en saber qué es bueno, sino en cuándo y cómo darlo a conocer.

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