sábado, 28 de junio de 2025

Todo es aprender, pero ¿qué estamos aprendiendo?

Aprender es una función natural del ser humano. Incluso sin buscarlo conscientemente, estamos en un constante proceso de aprendizaje. Nuestro cerebro, nuestra alma, nuestra percepción están diseñados por Dios para absorber información. Pero aquí radica el problema: no siempre somos conscientes de qué estamos aprendiendo. Y si no nos damos cuenta, corremos el riesgo de abrir la puerta a lo que no edifica y cerrar la puerta a lo que realmente puede transformar nuestras vidas.

En la actualidad, caminamos por las calles y observamos multitudes de personas aparentemente vacías, sin brillo en los ojos, sin propósito visible, casi sin alma. No lo digo con desprecio, sino con profundo dolor. Es como si una sombra invisible hubiese robado la esencia de su humanidad. Caminan con la cabeza gacha, pero los ojos fijos en una pantalla. No se nota en ellas lo que da valor a su ser consciente: ni fe, ni amor, ni esperanza. Parecen robots programados únicamente para satisfacer sus impulsos y necesidades básicas. Es la forma en que la información vacía y superficial llega a ellos, moldeándolos para convertirse solo en consumidores del sistema de este mundo.


Pero el ser humano no fue creado para eso. Fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27), para tener comunión con Él, para reflejar su gloria, para ser libres. Sin embargo, cuando voluntariamente entregamos nuestra mente y corazón al consumo constante de información basura —chismes, memes, burlas, imágenes sensuales, retos absurdos, y entretenimiento sin sentido— nos convertimos en lo que consumimos: en seres vacíos, sin peso espiritual, sin valor eterno.

Miremos un ejemplo práctico: En países como China, el gobierno ha censurado mucho del contenido que consideran basura porque entienden el impacto que tiene sobre la población. Aunque su motivación es meramente económica o política, han comprendido algo esencial: el tiempo perdido en cosas sin valor frena el desarrollo de las personas. China es ahora una superpotencia mundial. Tú y yo, como creyentes, no tenemos nuestros ojos en riquezas materiales, pero ¿no es esto un llamado de atención? Si el mundo reconoce el daño del entretenimiento vacío, ¿por qué nosotros, que tenemos la luz de la verdad, seguimos ignorándolo?

El apóstol Pablo nos dice:
“Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica.”
(1 Corintios 10:23)

¿Estamos edificando nuestras vidas o las estamos demoliendo con lo que consumimos cada día?

La industria del entretenimiento no existe para educarte, ni para llevarte a la verdad, ni para ayudarte a ser mejor. Existe para distraerte. La palabra “entretener” literalmente significa "mantenerte ocupado sin que avances". ¿Y cuál es el objetivo final de esta distracción? Que no veas. Que no despiertes. Que no busques a Dios.

Cuando éramos niños, nuestros padres nos daban juguetes para que nos calláramos, para que no interrumpiéramos o no nos diéramos cuenta de lo que pasaba. Hoy el sistema del mundo nos da sus “juguetes” —redes sociales, videos virales, series, música sensual, tendencias vacías— para que no veamos la verdad espiritual, para que no despertemos a la realidad eterna: que esta vida no es la definitiva. Hemos venido aquí a prepararnos para la que viene.

“Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”
(2 Corintios 4:18)

Hermano, hermana, amado lector: ¿cuánto tiempo más vas a seguir siendo engañado?

El enemigo ha tendido una trampa, y la ha llamado redes sociales. No por casualidad se les llama así. Las redes sirven para atrapar, para inmovilizar. Y mientras tú crees que te estás divirtiendo, estás siendo atrapado, programado, neutralizado. ¿Sabías que si algo es gratuito, tú eres el producto? Tus ojos, tu tiempo, tu mente, tu atención… son la mercancía.

Dime:
¿Qué pasaría si dedicaras ese tiempo que pasas en redes a leer la Biblia?
¿Cuánto crecerías espiritualmente?
¿Cuántas respuestas recibirías de parte de Dios?
¿Cuántas personas podrías guiar hacia la vida eterna?
¿Cuántas tentaciones evitarías?
¿Cuántas heridas sanarías?

David dijo:
“En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.”
(Salmo 119:11)

El conocimiento de la Palabra no solo te llena de luz, sino que te protege. Muchos de los pecados que cometemos —consciente o inconscientemente— tienen su raíz en la ignorancia espiritual. Y el sistema sabe eso, por eso hace todo lo posible para mantenernos entretenidos, distraídos, adormecidos.

Pero no todos en las redes estamos aquí para entretenerte o atraparte. Algunos hemos sido enviados para darte una sacudida, para ponerte un espejo delante, para mostrarte que todavía hay tiempo de cambiar.

“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”
(Juan 8:32)

Estamos aquí para ayudarte a salir de la red. Para mostrarte que no estás solo, que no estás perdido sin remedio, que el Dios eterno todavía te está esperando con los brazos abiertos, como el padre del hijo pródigo (Lucas 15:20). No sigas alimentándote de las algarrobas de este mundo, cuando en la casa del Padre hay pan en abundancia.


Reflexiona

¿Es hora de despertar? No viniste a este mundo solo a vivir, trabajar, reproducirte y morir. Viniste a prepararte para la eternidad. Pero esa eternidad no será la misma para todos. Hay dos caminos. Uno lleva a la vida eterna con Dios, lleno de paz, justicia, amor y propósito. El otro lleva a una eternidad de confusión, tormento, soledad y oscuridad.

Cada clic que das, cada video que consumes, cada imagen que ves… te está llevando hacia uno de esos dos destinos. Es tiempo de decidir. Es tiempo de apagar la red del diablo y encender la luz de la Palabra.

“Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo.”
(Efesios 5:14)

Hazlo hoy. Apaga las redes. Toma tu Biblia. Habla con Dios. Vuelve a casa.

Autor:  Félix Guerra Velásquez

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