viernes, 4 de julio de 2025

Cuando el justo sufre… pero no está solo

 (Una reflexión para los que han sido heridos en silencio)

Hay momentos en la vida en los que el alma sangra, pero en silencio. Donde la traición viene no de enemigos, sino de personas a las que se ha amado con toda el alma. Y uno se pregunta: ¿Dónde está Dios cuando duele tanto? ¿Por qué, si me esforcé en hacer el bien, recibo esta recompensa?

Pero la verdad es esta:
Dios lo sabe todo. Dios lo ve todo. Dios no es indiferente al dolor de sus hijos.

“Mis lágrimas tú las cuentas; ¿no están todas escritas en tu libro?”
— Salmo 56:8

El justo no sufre porque ha hecho lo malo, sino porque vive en un mundo donde el amor se enfría, donde los valores se tuercen, y donde muchas veces el mal parece tener ventaja. Pero esa ventaja es temporal. El tiempo de Dios no ha pasado. Y el dolor que atraviesas hoy no será estéril.

“El Señor está cerca de los quebrantados de corazón; y salva a los contritos de espíritu.”
— Salmo 34:18

A veces, el silencio del cielo no es abandono, sino un trabajo silencioso. Dios no destruye al justo: lo forma, lo pule, lo fortalece, y lo transforma en una joya de gran valor. Por eso, aunque parezca injusto, el sufrimiento también es una escuela, donde se forja el carácter, la mansedumbre, la humildad… y sobre todo, la dependencia de Dios.

“Después de que hayan sufrido un poco de tiempo, Dios mismo los restaurará, los afirmará, los fortalecerá y los establecerá.”
— 1 Pedro 5:10


No te confundas: no es el justo el que debe sentirse mal, sino aquel que ha elegido hacer lo malo y herir. El dolor no es señal de derrota; es una corona invisible que un día brillará en la presencia de Dios. Y aquellos que sufren sin vengarse, que callan sin odiar, que perdonan sin aplastar… esos son los verdaderos héroes del cielo.

Jesús mismo fue traicionado, abandonado y herido por quienes decía amar. No por ser culpable, sino porque era justo. Él no solo te entiende: Él estuvo en tu lugar.

“Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”
— Hebreos 4:15

Si hoy estás pasando por una tormenta que nadie más ve, recordá esto:
Dios sí la ve. Y no te va a dejar a mitad del camino.
Sigue siendo fiel, no porque otros lo merezcan, sino porque Dios lo vale todo. Tu responsabilidad no es quedar bien con los hombres, sino caminar delante de tu Rey con integridad.

“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria.”
— 2 Corintios 4:17

El cielo está tomando nota. El cielo ha visto todo. Y el cielo también te tiene reservado algo que nadie te podrá quitar.

Fuerza, hermano. Esta historia no termina con tu herida.
Dios está escribiendo algo que aún no has visto, pero que terminará siendo glorioso.

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