1. El amor que sostiene
Cuando pensamos en nuestra relación con Dios, a veces nos invade la duda: ¿será que un día puedo perderme?, ¿será que mi debilidad puede más que su amor?
Jesús mismo respondió a esa inquietud en Juan 10:28-29:
“Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre.”
Aquí hay una doble seguridad:
-
La mano del Hijo.
-
La mano del Padre.
No se trata de la fuerza de nuestra fidelidad, sino de la fidelidad de Dios.
2. El amor que disciplina
Algunos piensan: ¿y si un hijo de Dios se quiere apartar?
La Biblia enseña que Dios no lo dejará ir a la perdición. Puede permitir que pase por situaciones dolorosas, incluso entregar a esa persona a la disciplina más dura, pero no para perderla, sino para salvarla.
Pablo lo expresó así en 1 Corintios 5:5:
“Sea entregado a Satanás para destrucción de la carne,
a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor.”
Este amor no es débil ni permisivo, es un amor celoso, dispuesto a romper lo que nos destruye con tal de que volvamos a Él.
Hebreos 12:6 lo confirma:
“Porque el Señor al que ama, disciplina,
y azota a todo el que recibe por hijo.”
3. El amor que busca y encuentra
Jesús mismo se describió como el Pastor que deja las 99 ovejas en el redil para ir en busca de la que se perdió (Lucas 15:4-7).
Esa oveja quizá se metió en un barranco, se alejó por orgullo o simple necedad… pero el Pastor no dice: “ya no me importa”.
Él va, la carga sobre sus hombros, y la trae de regreso.
Ese es el mensaje: no importa cuánto quieras huir, si eres hijo de Dios, Él te encontrará.
4. El amor demostrado en la cruz
Si alguna vez dudas de hasta dónde llegaría Dios por ti, solo mira la cruz.
Romanos 5:8 declara:
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.”
En la cruz, Jesús no solo te dio la posibilidad de salvarte, sino que se aseguró de comprarte con su propia sangre. Y lo que Él compra, nadie puede arrebatárselo.
5. El amor que termina lo que empieza
Filipenses 1:6 es un sello de garantía:
“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.”
Dios no comienza una obra para dejarla a medias. Si puso su mano sobre ti, la terminará.
6. Una verdad que quiebra el corazón
Cuando comprendes esto, no puedes más que quebrarte en lágrimas:
-
Que alguien te ame de tal forma que no te deje ir.
-
Que esté dispuesto a corregirte, a perseguirte, a cargar contigo, con tal de salvar tu alma.
-
Que se haya dado a sí mismo en la cruz para que entiendas que su amor no tiene condiciones.
Ese amor no cabe en palabras. Solo se recibe, y al recibirlo, tu vida nunca vuelve a ser la misma.
Conclusión
Si eres hijo de Dios, escucha esta verdad:
No hay poder humano, ni fuerza espiritual, ni siquiera tu propia rebeldía, que pueda separarte del amor de Dios en Cristo Jesús.
Como escribió Pablo en Romanos 8:38-39:
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida,
ni ángeles, ni principados, ni potestades,
ni lo presente, ni lo por venir,
ni lo alto, ni lo profundo,
ni ninguna otra cosa creada
nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”
✨ Ese es el amor que sostiene tu alma. Un amor que corrige, que busca, que carga, que paga el precio y que jamás te soltará.
Autor: Félix Guerra Velásquez
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