jueves, 26 de junio de 2025

¿Amiga o enemiga de Dios?

 A veces, sin querer o por falta de conocimiento, nos encontramos peleando directa o indirectamente contra Dios.

Todo aquel que osó pelear contra Dios pagó las consecuencias gravemente.
Pero, ¿cómo hicieron aquellas personas para pelear contra Dios?

Cuando Israel salió de Egipto, el primer pueblo que salió a combatirlo fue Amalec.
Esto se narra en Éxodo 17:8-16, donde dice:
“Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim.” (Éxodo 17:8)
Este ataque fue sorpresivo y cobarde, ya que, según Deuteronomio 25:17-18, Amalec atacó a los más débiles que venían rezagados:
"Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino, cuando salías de Egipto; de cómo te salió al encuentro en el camino y desbarató a los rezagados de entre vosotros, cuando tú estabas cansado y trabajado; y no tuvo ningún temor de Dios."
Por esta razón, Dios juró guerra perpetua contra Amalec y ordenó que su memoria fuera borrada (ver Éxodo 17:14 y Deuteronomio 25:19).


Oponerse a los siervos de Dios es un asunto muy serio; equivale a oponerse a Dios mismo, cosa que no pasa desapercibida por Dios ni la deja sin castigo, así que no es buena idea hacer eso.

Te voy a contar una historia que pondré como ejemplo: sucedió hace tiempo, en eso del año 2010, que una mujer me contactó por correo y necesitaba consejo. Justo en ese tiempo yo dedicaba mi tiempo a dar consejería por correo, así que esa mujer me contó que estaba teniendo problemas en su matrimonio, que su esposo no le dedicaba tiempo y que ella se estaba hartando de la situación.
Ella dijo que su esposo le dedicaba tanto tiempo a su trabajo que no le ponía atención ni a ella ni a sus hijos. Entonces le pregunté: ¿De qué trabajaba su esposo?
Ella me dijo que era pastor. Entonces, la imagen que ella me había dibujado al contarme su problema cambió totalmente. Le pregunté si le hacía falta algo económicamente, si sus hijos estaban estudiando, si tenía sospechas de que su esposo le fuera infiel. Ella me dijo que no, que en ese sentido todo estaba bien, pero que él no pasaba tiempo con ella ni con sus hijos.

Le pedí que me explicara cómo era el día a día de su esposo. Ella me dijo que desde las 4 de la mañana él se levantaba a orar en el templo, y que a las 6 de la mañana se ponía con su Biblia sobre la mesa a leerla para preparar un mensaje y predicar en la noche. Y cuando no había culto, igual leía su Biblia, esperando que ella le sirviera el desayuno. Después de comer, se bañaba, se alistaba y salía a visitar o a reuniones con otros pastores, y que después del culto llegaban a casa como a las 10 de la noche. Como estaba muy cansado, a veces se dormía rápido.

También me contó que la iglesia tenía dos años de haber iniciado y que él la había iniciado en su localidad; que en poco tiempo la iglesia había crecido y que por ese lado les estaba yendo bien.
Le pregunté la edad de sus hijos y cuántos hijos tenía. Ella respondió que tenía dos, y que el menor de ellos tenía 8 años.
Me dijo que, a causa de la situación, ella le servía en todo, pero había dejado de hablarle como estrategia para que le pusiera atención. Pero, lejos de mejorar el asunto, se empeoró, porque parecía que a él no le importaba que ella no le hablara.

Él seguía con su rutina diaria sin detenerse. Ella, antes de usar la estrategia de no hablarle, había logrado algo: que él ya no comiera fuera de casa, y que cuando visitara, rechazara comer en las casas diciendo que su esposa lo esperaba para comer juntos.
Pero esto de dejar de hablarle, al parecer, no le afectó en lo absoluto.

Entonces le dije:
—¿Tú quieres que te dé un consejo desde una perspectiva humana o espiritual?
Ella respondió que necesitaba una respuesta espiritual, que estaba dispuesta a hacer lo que fuera para solucionar el problema.
Entonces le dije:
—Está bien, pero voy a iniciar diciéndote que él no tiene ningún problema. Como puedes verlo, él está en paz con Dios. Pero tú no estás en paz con tu esposo. Te has salido del orden.
El hombre espiritual (varón) debe estar en paz con Dios, pues fue creado para hacer la voluntad de Dios; esa es su misión, esa es su razón de ser. La Biblia dice que Dios formó al hombre a su imagen y semejanza, y luego lo puso en el huerto del Edén para que lo cuidara y lo labrara. Bueno, eso es lo que tu esposo está haciendo.
Pero también dice la Biblia que, después de que el hombre le puso nombre a todos los animales, Dios hizo a la mujer. De hecho, la Biblia dice esto:

Génesis 2:20
"Y puso Adán nombre a toda bestia y ave de los cielos y a todo ganado del campo; mas para Adán no se halló ayuda idónea para él."

Génesis 2:21
"Entonces Jehová Dios hizo caer sueño profundo sobre Adán, y mientras éste dormía, tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar."

Génesis 2:22
"Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre."

Génesis 2:23
"Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada."

Lo que quiero decirte es que, cuando Dios notó que Adán no tenía ayuda, entonces hizo a la mujer, a la cual Adán llamó "Varona", cuya expresión describe el trabajo espiritual para lo cual ella fue creada como un ser espiritual.
El asunto es que, si bien eres su esposa, estás pidiendo un tiempo que él no puede darte, porque ese tiempo es de Dios y de su obra. Te sugiero que tomes tu lugar, ayudándolo en todas las tareas que él realice, y si no en todas, ayúdalo en las que puedas. Porque para ayudarlo en su trabajo espiritual fuiste creada.

Ella me respondió que no le quedaba tiempo para ayudarlo a él. Yo le dije que, si no tenía tiempo, entonces que tampoco lo estorbara, porque eso era un asunto muy serio. Estaba exigiendo para sí el tiempo que es para Dios.
Y que, si ella quería pasar tiempo con su esposo, lo hiciera sirviendo a Dios juntos. Además de eso, lo vas a librar por naturaleza de muchos peligros.

La respuesta de ella fue que no, que él debía darle el tiempo que ella pedía, porque era lo mínimo que exigía por todo el servicio que ella realizaba en la casa para que a él no le faltara la comida ni la ropa limpia.

Le dije:
—Amiga, si no me haces caso en lo que te he dicho, te encontrarás peleando con Dios, no con tu esposo. El peligro es que, si no le eres la ayuda idónea que él necesita, Dios te quitará a ti de la faz de la tierra y se la dará a otra mujer que entienda su lugar.

Ella me respondió:
—Pensé que me ibas a ayudar, pero ya veo que todos los hombres piensan igual y no valoran lo que yo como mujer hago por él.

Le respondí:
—Bueno, si Dios no te quita del lado de tu esposo, Él se proveerá de los medios para hacerte entender.

Así terminó nuestra plática. Ella no respondió más.

Al cabo de dos años, me escribió y me dijo:
—Tenías razón en todo lo que me dijiste.

Entonces le dije:
—Me alegro que Dios haya iluminado tu mente para comprender lo importante que eres para su plan en la vida de tu esposo y tuya.

Ella me dijo:
—Esto no lo aprendí sin sufrimiento. Te hablo desde mi cama. Estoy enferma y, estando así, me acordé de tus palabras. Cuando salga de esta situación, haré todo lo que me aconsejaste. Gracias por el consejo.

Esta historia tiene un final relativamente feliz, porque Dios decidió dejarla en esta tierra al lado de su esposo y con sus hijos, en una iglesia próspera.

Como pudiste notarlo, ella estaba peleando contra Dios, no contra su esposo.

Si tú eres cristiana soltera y quieres que el esposo que Dios te dé sea un siervo de Dios, tienes que leer tu Biblia y conocer tu lugar.
Yo tengo muchos años de servir a Dios, y antes de casarme con mi esposa le expliqué cuál era mi misión, y le pregunté si ella estaba dispuesta a estar conmigo siempre, a hacer todas las cosas juntos, a servir juntos a Dios.
Ella respondió que sí, y hubo tiempos en los que tuve que recordarle su respuesta. No es fácil ser la esposa de un siervo de Dios, pero te digo que, si lo ayudas a servir a Dios, la recompensa que Dios dará será igual para los dos.

La pregunta es:
¿En este momento eres amiga de Dios o enemiga de Dios?
Compara tus acciones con lo que he dicho anteriormente. Eso te ayudará.

Creo que es bueno escuchar consejos para no tener que sufrir las consecuencias de estorbar la obra de Dios.

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