🕊️ El Olvido, la Brújula y el Regreso al Padre
Existe una antigua enseñanza dentro del pensamiento judío místico que dice que antes de venir a este mundo, nuestras almas estaban con Dios. Estando en Su presencia, Él nos mostró todo lo que íbamos a vivir aquí, cada alegría, cada tristeza, cada lucha… incluso los momentos de oscuridad que preferiríamos evitar.
Y aun así —según esa enseñanza— aceptamos venir. No por masoquismo, ni por ignorancia, sino porque había un propósito eterno escondido en esta experiencia temporal: aprender a amar, crecer en sabiduría, y sobre todo, volver a Él por decisión propia.
📜 Pero al nacer, lo olvidamos todo.
No recordamos esa conversación. No recordamos haber elegido nada. La vida comienza en tinieblas, en llanto, en vulnerabilidad. Poco a poco vamos aprendiendo, equivocándonos, buscando sentido. Y la pregunta es inevitable:
¿Cómo podemos regresar a algo que no recordamos?
La respuesta es tan delicada como profunda: Dios no nos dejó solos.
🔹 Nos dio una brújula. Una luz interna. Una llama que nunca se apaga.
Nuestro espíritu.
Ese espíritu que no viene de la carne, ni del razonamiento, sino de Dios mismo, como dice Eclesiastés 12:7:
“Y el espíritu volverá a Dios, que lo dio.”
Nuestro espíritu no necesita recordar con la mente lo que conoció en lo eterno, porque él lo anhela por naturaleza. Es como una brújula que, aunque estés perdido, siempre apunta al norte. Y ese norte… es Dios.
🔸 Lo vemos en los momentos más frágiles de la vida.
Basta ver a alguien en su lecho de muerte. Aquel que durante años negó a Dios, en sus últimos minutos levanta los ojos al cielo. ¿A quién llama? ¿A quién busca? ¿Qué espera encontrar allá arriba?
No busca ciencia. No clama a la suerte. Clama al cielo.
Ese momento revela lo que siempre estuvo oculto en lo profundo: el espíritu no se resigna a morir lejos de su Creador.
🔸 Cristo, la luz verdadera
La historia no se trata solo de volver por instinto. La brújula por sí sola no basta si no hay un faro que la guíe. Por eso Dios envió a Su Hijo. No para condenarnos, sino para reencender en nosotros lo que estaba dormido.
"La luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo." (Juan 1:9)
Y esa luz nos recuerda quiénes somos. Por qué estamos aquí. Y a dónde pertenece el espíritu que llevamos dentro.
🔹 ¿Y si toda esta vida es una prueba silenciosa?
¿Una oportunidad para ver si, a pesar del olvido, el alma responde?
¿Si, en medio de las tinieblas, aún anhela la luz?
Si es así, entonces esta vida no es castigo, sino camino.
No es pérdida, sino regreso.
No es oscuridad total, porque hay una chispa que no se puede apagar.
🔸 Lo más hermoso es que Dios espera pacientemente.
Él no nos fuerza a recordar. Nos invita a buscarlo, y cuando lo hacemos —aun con torpeza, aun con dudas—, Él responde como el padre del hijo pródigo:
“Cuando aún estaba lejos, su padre lo vio y fue movido a misericordia…” (Lucas 15:20)
🌟 En resumen:
Venimos a este mundo con los ojos cerrados y la memoria dormida,
pero con el espíritu encendido.
Y aunque olvidamos muchas cosas,
Dios sembró dentro de nosotros una brújula que nunca deja de señalarlo a Él.
Y esa brújula —si le prestamos atención—
nos llevará de vuelta a casa,
al abrazo del Padre que siempre estuvo esperando.
Autor: Félix Guerra Velásquez
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